Madre del 1º y 2º Adviento. NUEVA ERA
"Dentro de vuestro tiempo (mayo de 1.994) se producirá la realización del mensaje que os he dado en Fátima y contra el cual se ha desencadenado Mi Adversario, pero que ahora aparecerá en toda su extraordinaria importancia para la Iglesia y para toda la humanidad.
Es un mensaje apocalíptico.
Se refiere al final de los tiempos.
Anuncia y prepara el retorno de Mi Hijo Jesús en gloria.
Sobre esta humanidad que se ha vuelto pagana, envuelta en el hielo de la negación de Dios y de la rebelión a su ley de amor, corrompida por el pecado y por el mal y sobre la que Satanás domina como vencedor seguro, Yo hago descender los rayos de amor y de luz de Mi Corazón Inmaculado.
Ellos os iluminan el camino que debéis recorrer, para retornar a Dios por el camino de la conversión, de la oración y de la penitencia.
Así Mi Corazón Inmaculado se hace hoy el medio seguro de salvación para toda esta humanidad.
Porque sólo en Mi Corazón Inmaculado encontraréis refugio en el momento del castigo, consuelo en la hora del sufrimiento, alivio en medio de indecibles dolores, luz en los días de la tiniebla más densa, refrigerio entre las llamas del fuego que consume, confianza y esperanza en una ya general desesperación.
Sobre esta Iglesia, oscurecida y herida, golpeada y traicionada, Yo hago descender los rayos de amor y de luz de Mi Corazón Inmaculado.
Cuando en ella haya entrado el hombre inicuo, que llevará a cumplimiento la abominación de la desolación y que tendrá su culmen en el horrible sacrilegio, mientras la gran apostasía será difundida por doquier, entonces, Mi Corazón Inmaculado recogerá el pequeño resto fiel que, en el sufrimiento, en la oración y en la esperanza, esperará el retorno de Mi Hijo Jesús en gloria.
Por esto hoy os invito a mirar a la gran luz, que desde Fátima se ha difundido sobre las vicisitudes de este vuestro siglo, y que se hace especialmente fuerte en estos últimos tiempos.
El mío es un mensaje apocalíptico, porque estáis dentro del corazón de lo que se os ha anunciado en el último y tan importante Libro de la Divina Escritura.
Confío a los Ángeles de luz de Mi Corazón Inmaculado el encargo de llevaros a la comprensión de estos acontecimientos, ahora que Yo os he abierto el libro sellado.»
- "Soy la madre del segundo Adviento yo os preparo para segunda venida".
- "La misión que me ha sido confiada por el Señor es la de preparar su venida entre vosotros".
- "Como madre dulce y misericordiosa invito hoy a mis hijos invito hoy a la humanidad entera a preparar el camino para el Señor que viene".
- "Dejaos guiar y firmar por mí en estos años para poder estar preparados para recibir a Jesús que vendrá en Gloria para instaurar entre vosotros su reino de amor de santidad de justicia y de paz".
- "Pues ya sabéis, estos y otros hechos que el Padre permite para que sus hijos se conviertan están cerca. Amad y buscad la Sabiduría y la Verdad, leed la Palabra porque ahí está lo que el Padre dio para que se la conozca".
- "Sabed que la venida de mi Hijo, la segunda venida del Salvador sólo el Padre la sabe, sabed que ocurrirá antes de esto, hechos sobrenaturales, hechos que la humanidad no entenderá; el sol perderá su calor, las estrellas y la luna perderán su brillo y el fuego caerá desde el cielo".
- "También en esta segunda venida el Hijo vendrá a vosotros a través de su Madre. Así como el Verbo del Padre se sirvió de mi seno virginal para llegar a vosotros, así también Jesús se servirá de mi Corazón Inmaculado para llegar a reinar entre vosotros. Esta es la hora de mi Corazón Inmaculado porque se está preparando la venida del glorioso Reino de Amor de Jesús. Hijos predilectos, como Yo, preparaos a recibirle".
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"Vivid con gozo, con confianza, los últimos tiempos de este segundo Adviento, mirándome a Mí como Signo de esperanza segura y de consuelo.
La nueva era que os espera, corresponde a un particular encuentro de amor, de luz y de vida entre el Paraíso, en el cual me encuentro en perfecta bienaventuranza con los Ángeles y los Santos, y la tierra en la cual vivís vosotros, mis hijos, en medio de tantos peligros y de innumerables tribulaciones.
Es la Jerusalén Celestial, que baja del cielo a la tierra, para transformarla completamente y formar así los cielos nuevos y la tierra nueva.
LA NUEVA ERA, JESÚS GLORIOSO, REINANDO EN LA EUCARISTÍA:
En la Eucaristía, Jesús está realmente presente, permanece siempre con vosotros; y esta presencia se hará cada vez más fuerte, resplandecerá sobre el mundo como un sol, y señalará el comienzo de la nueva era.
La venida del Reino glorioso de Cristo coincidirá con el mayor esplendor de la Eucaristía.
Cristo instaurará su Reino glorioso con el triunfo universal de su Reino Eucarístico, que se desarrollará con toda su potencia y tendrá la capacidad de cambiar los corazones, las almas, las personas, las familias, la sociedad, la misma estructura del mundo.
Cuando haya instaurado su Reino Eucarístico, Jesús os conducirá a gozar de esta su habitual presencia, que sentiréis de manera nueva y extraordinaria, y os llevará a experimentar un segundo, renovado y más bello Paraíso terrenal.
Pero ante el Tabernáculo, vuestra presencia, no sólo sea una presencia de oración, sino también de comunión de vida con Jesús. Jesús está realmente presente en la Eucaristía porque quiere entrar en una continua comunión de vida con vosotros. Vivid con gozo, con confianza, los últimos tiempos de este segundo Adviento, mirándome a Mí como Signo de esperanza segura y de consuelo.
A través de vosotros, quiero que el culto eucarístico vuelva a florecer en toda la Iglesia de manera cada vez más intensa.
La nueva era que os espera, corresponde a un particular encuentro de amor, de luz y de vida entre el Paraíso, en el cual me encuentro en perfecta bienaventuranza con los Ángeles y los Santos, y la tierra en la cual vivís vosotros, mis hijos, en medio de tantos peligros y de innumerables tribulaciones.
Es la Jerusalén Celestial, que baja del cielo a la tierra, para transformarla completamente y formar así los cielos nuevos y la tierra nueva.
La nueva era hacia la que estáis encaminados, lleva toda la creación a la glorificación perfecta de la Santísima Trinidad.
El Padre recibe su mayor gloria de cada criatura, que refleja su luz, su amor, su esplendor divino.
El Hijo instaura su Reino de gracia y de santidad, liberando a toda la creación de la esclavitud del mal y del pecado.
El Espíritu Santo se derrama en plenitud con sus santos dones, lleva a la comprensión de la Verdad íntegra y renueva la faz de la tierra.
La nueva era que Yo os anuncio, coincide con el pleno cumplimiento de la Voluntad Divina, para que se realice finalmente lo que Jesús os ha enseñado a pedir al Padre Celestial: "Hágase tu voluntad así en la tierra como en el Cielo."
Es el tiempo en el cual las criaturas cumplen el Voluntad Divina del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Por el cumplimiento perfecto de la Voluntad Divina todo el mundo es renovado, porque Dios se encuentra como en su nuevo jardín del Edén, en el cual puede vivir en compañía amorosa con sus criaturas.
La nueva era que ya está por llegar, os lleva a una plena comunión de vida con aquellos que os han precedido y que en el Paraíso gozan de la perfecta felicidad.
Ved el esplendor de las jerarquías celestiales, comunicad con los Santos del Paraíso, aliviad los sufrimientos purificadores de las almas que todavía están en el Purgatorio.
Experimentad de una manera fuerte y visible, la verdad consoladora de la Comunión de los Santos.
La nueva era que Yo os preparo, coincide con la derrota de Satanás y de su dominio universal.
Todo su poder es destruido. Es atado, con todos los espíritus malos y, encerrado en el infierno del cual no podrá salir para hacer daño en el mundo.
En éste, reina Cristo, en el esplendor de su cuerpo glorioso, y triunfa el Corazón Inmaculado de su Madre Celestial, en la luz de su cuerpo elevado a la gloria del Paraíso.
Esta fiesta mía, que os invita a mirar a vuestra Madre Celeste elevada al cielo, es para vosotros un motivo de gozo profundo y de gran confianza.
En medio de los sufrimientos innumerables de los tiempos en que vivís, me veis como signo de esperanza segura y de consuelo, porque soy la puerta luminosa que se abre sobre la nueva era que ha sido preparada para vosotros por la Santísima Trinidad.
Al igual que en Jerusalén, todos los profetas fueron destinados a la muerte; como en esta ciudad se rechazó, ultrajó y condenó al mismo Hijo de Dios, al Mesías, desde siglos prometido y preparado, así ahora en la Iglesia, nuevo Israel de Dios, demasiadas veces se ha obstaculizado, con el silencio y el repudio, la acción salvadora de vuestra Madre, celeste profetisa de estos Últimos tiempos.
He hablado de muchos modos, pero no habéis escuchado mis palabras. Me he manifestado de muchas maneras, pero no habéis creído en mis signos. Mis intervenciones, incluso las más extraordinarias, han sido negadas.
¡Oh, nueva Jerusalén, Iglesia de Jesús, verdadero Israel de Dios!, cuántas veces he querido reunir a todos tus hijos, como hace la gallina con sus polluelos... Pero ahora vendrán sobre ti grandes tribulaciones. Serás sacudida por el viento de la tempestad y del huracán; de las grandes obras, construidas dentro de ti por el orgullo humano, no quedara piedra sobre piedra.
Nueva Jerusalén, acoge hoy mi invitación a la conversión y a la interior purificación. Así pronto resplandecerá sobre ti la nueva era de justicia y santidad; difundirás tu Luz sobre todas las naciones de la Tierra. Mi Hijo Jesús instaurará entre vosotros su glorioso Reino de amor y de paz
Dios, sobre todo hoy, es el único vencedor y ama a toda esta pobre humanidad enferma, que le ha sido arrebatada, y prepara el momento en que, con el milagro más grande de Su amor misericordioso la conducirá por el camino del retorno a Él, para que pueda finalmente conocer una nueva era de paz, amor, de santidad y de alegría.
La nueva era sólo podrá llegar a vosotros como don del espíritu del Señor, no como fruto de obra humana.
Así, por medio vuestro, puedo obrar el doloroso paso a la nueva era que os espera, que cada día estoy edificando en la profundidad de mi Corazón Inmaculado.
Éstos son los tiempos del gran retorno. Sí, después del momento del gran sufrimiento seguirá el momento del gran renacimiento y todo volverá a florecer.
La humanidad volverá a ser un nuevo jardín de vida y de belleza, y la Iglesia una familia iluminada por la Verdad, nutrida por la Gracia, consolada por la presencia del Espíritu Santo. Jesús instaurará su Reino glorioso: Él estará con vosotros, y conoceréis los nuevos tiempos, la nueva era. Veréis finalmente una nueva tierra y unos nuevos cielos. Éstos son los tiempos de la gran Misericordia
Ha llegado el tiempo del segundo Pentecostés. El Espíritu Santo vendrá como celeste rociada de gracia y de fuego, que renovará todo el mundo. Bajo su irresistible acción de amor, la Iglesia se abrirá para vivir la nueva era de su mayor santidad, y resplandecerá con una luz tan fuerte, que atraerá a sí a todas las naciones de la tierra.
El Espíritu Santo vendrá para que la Voluntad del Padre Celeste se cumpla y el universo creado torne a reflejar su gran gloria. El Espíritu Santo vendrá para instaurar el reino glorioso de Cristo, que será un reino de gracia, de santidad, de amor, de justicia y paz.
Con su divino amor abrirá las puertas de los corazones e iluminará todas las conciencias. Cada hombre se verá a sí mismo en el ardiente fuego de la divina Verdad. Será como un juicio en pequeño. Después Jesucristo implantará su glorioso Reino en el mundo. El Espíritu Santo vendrá por medio del triunfo de mi Corazón Inmaculado.
El agua, que brota del Corazón Sacratísimo de Jesús, lavará y purificará todo el mundo y lo preparará para vivir la nueva era de gracia y de santidad que todos esperan.
Entonces la creación entera, liberada de la esclavitud del pecado y de la muerte, conocerá el esplendor de un segundo Paraíso terrestre, en el cual Dios morará con vosotros, enjugará toda lágrima, y no habrá más día ni noche, porque todas las cosas de antes habrán pasado y vuestra luz será la luz del Cordero y de la nueva Jerusalén bajada del cielo a la tierra, preparada como una Esposa para su Esposo.
La oración es la fuerza de la Iglesia, la oración es necesaria para vuestra salvación. La oración hecha Conmigo os puede alcanzar el don del segundo Pentecostés. Sólo con la oración podéis entrar en la nueva era que os espera. En consecuencia, os invito a llamar a todos a la oración.
Ahora os pido que os convirtáis en los Apóstoles de la nueva era que os espera.
Soy la Madre gloriosa y potente de Su segunda venida entre vosotros. Mía es la misión de abriros la puerta de la nueva era que os espera. Mía es la misión de conduciros hacia los nuevos cielos y la nueva tierra.