Casa de Oro
Ante todo se llama casa, es nuestro hogar, donde nos gusta
estar, nuestro refugio. El Verbo de
Dios, se lee en los Proverbios (9.1), "erigió para sí mismo como morada, una noble
Casa, un Palacio, un Templo
magnífico; lo levantó sobre 7 columnas de precioso mármol; obra admirable
de la eterna Sabiduría en el que habitó con su misma Divina Persona, fue su
Huésped y más que su huésped. Un huésped llega a una casa y después se marcha
de ella".
María por tanto es la primera casa de Dios, en Ella vive el Salvador, el mismo Dios.
El mismo San Juan Pablo II la describe como "habitación de la Santísima Trinidad".
Está cimentada sobre siete columnas que indican las Virtudes Teologales y Cardinales y los dones del Espíritu Santo. Por eso esta Casa es digna de Dios. No hay otra que María, que ha sido morada del Verbo y sostiene a la Iglesia, es nuestra Casa.
El oro es el más hermoso de todos los metales. La plata, el cobre y el acero, pueden ser bellos y brillantes pero el oro les aventaja en riqueza y esplendor. Por esta causa en la Sagrada Escritura, la Ciudad Santa, es llamada de oro, en lenguaje figurado. "La Ciudad Santa, dice San Juan, era de oro puro...", quiere, sin duda, darnos una idea de la admirable hermosura del cielo comparándola con el oro.
Por esto, también María es llamada Casa de Oro, porque sus virtudes y su pureza que tienen un brillo trascendental y una perfección deslumbradora, son como una admirable obra hecha de oro purísimo.
Imaginemos que contemplamos una gran Iglesia, hecha únicamente de Oro, desde los cimientos hasta el techo. Eso es María Santísima.
María Santísima fue de Oro en su Concepción Inmaculada y de Oro en su nacimiento; pasó por el sufrimiento como el oro por el crisol y cuando subió al cielo fue "colocada junto al Rey y ataviada con vestiduras de Oro".
El oro ha sido siempre la base y la medida de la riqueza material. Llamar a María Casa de Oro equivale a proclamarla la más rica de todas las criaturas y soberana señora de todas las riquezas.
El oro no se oxida, como otros metales, conserva siempre su brillo natural, su esplendor. También en este sentido, las virtudes de Ella fueron Oro Purísimo, no tuvieron jamás ni la más pequeña mancha o defecto.
El oro es resistente, soporta el martillo sin romperse. Aquello que no es oro fino, no resiste, y bajo el martillo se deshace. María ha demostrado su Fortaleza, mandando a su Hijo al Patíbulo y aguantando el dolor de verle morir por Amor a Dios.
- "¿Estás contento con la casa que te he preparado?, jamás la habrías soñado tan bella, bajo la roca".